24 de marzo de 2020. Día trágico, de violencia institucional.
Empieza el día como cualquier otro, la novedad es el aspirador de flema al costado de la cama (podrá verse en el video de mañana).
Intento darle de comer pero se complica. Aprieto el pulsador, espero un rato antes de ir a golpear para que no me agarren bronca, no vienen entonces voy. Me dicen que vaya a la Guardia. En la Guardia no me pueden conseguir nadie y me sugieren que consulte en otras unidades, consulté en la de enfrente a la 1 y me dijeron que ese aparato solo lo manejan kinesiólogos y médicos, y que a esa hora no se consigue ninguno de esos.
Resignado, toco timbre en la Unidad 1 y ¡vaya sorpresa!, me dicen que terminó el horario de visita. ¡Pero si yo tenía permiso para 4 comidas y hasta las 22, y encima tenía mis cosas adentro!
No me queda otra que sacudir la puerta hasta que llamen al de Seguridad, que por lo general es gente con la que se puede hablar mejor. Consigue que me dejen sacar mis cosas pero se me olvidó el cargador del celular.
Me dice el de Seguridad que para calmar los ánimos, no vaya a la noche a darle de comer, le digo que si no vengo yo, nadie le va a dar de comer. Un enfermero me da la razón diciendo que no es responsabilidad de ellos y el otro enfermero, de nombre Mario y peinado emo, se comprometió a darle de comer. Bueno, vamos a confiar.
Me hicieron retirar sin que le haya podido dar de comer. Primera muestra de que no les importaba si un paciente comía o no. A la noche tampoco le darían de comer, pero eso lo descubriría al día siguiente.